martes, 10 de mayo de 2011

La sanidad madrileña, en manos de los constructores

A muchos sorprende que las ideas neoliberales, de las que alardea la condesa Esperanza Aguirre, sean votadas por cientos de miles de personas en Madrid. Y sorprende ya que depositan una papeleta en contra de sus intereses.

Pues bien, no debe sorprendernos… lo primero que debe aprender quien concurra a una elección es que el electorado no vota tanto en función de sus intereses como de unos valores, de un modelo social y ético que se les imbuye a diario desde los medios y las tribunas políticas.

Desgraciadamente, el discurso neoliberal se ha centrado estos años en inculcar valores de individualismo bajo una falso concepto de “libertad” “mérito”, etc… y les ha funcionado.

Por nuestra parte, erróneamente, los progresistas solemos confeccionar una lista de cuestiones importantes, organizando la campaña electoral sobre esos aspectos. Analizamos qué interesa en cada distrito, ciudad o autonomía, y orientamos de este modo nuestro discurso… ¡No funciona! Puede ser útil a modo de complemento. Pero solo eso.

Y esto es así porque la gente no vota necesariamente por sus intereses. Votan por su identidad. Votan por sus valores. Votan por aquellos con quienes se identifican. Los modernos politólogos han demostrado que la sinapsis del cerebro funciona de este modo. Intereses y valores pueden coincidir. Pero el interés no será lo que determine el color de la papeleta. Incurrimos, por tanto, en un error mortal cuando pensamos que el elector siempre vota por sus intereses.

El tema es tan amplio y fascinante que desborda las posibilidades de esta columna. Pero quien desee—y todo candidato debería desearlo—conocer como funciona la mente de un elector, debería leer, subrayar y empaparse de las ideas vertidas por George Lakoff en su obra “No pienses en un elefante”.

No obstante, me permitiré esbozar una idea crucial enseñada por politólogos norteamericanos y que puede aportar votos al carro progresista: siempre, siempre, siempre, empecemos hablando de valores, preferentemente los valores que todos compartimos… la libertad (insistiendo que sin igualdad no hay libertad real), la seguridad, la salud, la igualdad, la protección de los niños, la igualdad de oportunidades…

¡Tenemos que disputar el partido en el marco de los valores, demostrando que el modelo socialista de lo colectivo es más justo e infinitamente más eficaz que el individualista! Sí, debemos de explicar al votante que todo lo bueno que poseemos, todo, absolutamente todo, se ha logrado mediante el impulso colectivo. Hasta el punto que las individualidades ni tan siquiera resultarían posibles sin logros colectivos previos: educación y sanidad universales, transporte público, red de carreteras y autopistas, etc.

Y hemos de desplegar esta didáctica mediante ejemplos muy visibles, plásticos, y una agresividad, repito, a-gre-si-vi-dad dialéctica que, alejada de la grosería, coloque a nuestros rivales políticos a la defensiva y obligue a los medios de comunicación a levantar su muro de silencio…

“Señora condesa Esperanza Aguirre, ¿por qué oculta a los madrileños que la educación de los niños está entregándose a especuladores norteamericanos, y la salud de todos a un grupo de constructores?” Esta frase no sería escondida por ningún medio y alertaría a miles de madrileños sobre las verdaderas intenciones de esta cacatua que gobierna (más bien, desgobierna) Madrid.

Recordemos, por otra parte, que durante los últimos años, el gran éxito de la derecha en España ha sido colocarnos a la defensiva. Tenemos que conseguir que sean ellos los que se vean obligados a pasar a la defensiva. Nos sobra artillería para conseguirlo.

En ese sentido, hemos de machacar sus puntos débiles hasta el límite que sean ellos quienes tengan que defenderse y “entrar al trapo”. No olvidemos que por algo buscan una campaña electoral de perfil plano.

El asunto del copago sanitario, con los empresarios privados exigiendo más dinero a la condesa Aguirre podría ser una excelente punta de lanza. Posiblemente los ciudadanos no verían con muy buenos ojos que quienes han especulado con la vivienda sean los dueños de nuestra sanidad, o que un fondo de inversión norteamericano decida la educación de los niños…

Ciertamente, los conservadores cacarean que “el Estado no me dice cómo debo educar a mis hijos”. Pues habría que preguntarlos ahora: ¿Está usted dispuesto a que un especulador norteamericano decida la educación de sus hijos?

Si repetimos hasta la nausea (porque, además, es cierto) que la educación de los niños la decidirán inversores norteamericanos, a muchos ciudadanos se les encenderá una potente luz roja.

Entiendo que estas dos bazas: un grupo de constructores decidiendo sobre la salud de los madrileños, así como la educación de los niños y jóvenes madrileños entregada a fondos de inversión nortemericanos (recordemos los ejemplos de quiebras financieras), abocarán a la derecha en una postura defensiva.

Si insistimos hasta el hartazgo en estos asuntos, les obligaremos a defenderse, a negarlo. Y eso ya es un logro importante, pues resulta vital que se hable de estos temas para que esté presente en toda la campaña. Recordemos que buscan una quincena electoral silenciosa, sin debates…

Y, por último, lo más importante, con el provecho de la luz mediática que nos aportaría lo anterior, contraponer las dos maneras de ver y entender el mundo: la socialdemócrata y la neoliberal. A fin de cuentas, lo que subyace son dos visiones de la vida, dos sistemas de valores, dos formas de comprender la existencia… la del egoísmo o la del altruísmo, la del desprecio al semejante o la solidaridad, la de lo público y colectivo o lo privado, la del servicio o la del negocio más descarnado.

Si conseguimos llegar al ciudadano con nuestros valores, llegaremos a su corazón, y de este modo el 22 de mayo muchos indecisos acudirán a votarnos.

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